Desde las conspiraciones relacionadas con el Covid a las mentiras sobre la guerra de Ucrania, la tradicional verificación de los hechos no puede competir con el poder de las masas.
Eliot Higgins
En los últimos años, Internet se ha convertido en el escenario de la pérdida general de confianza. La publicación de mensajes provocativos, bulos e “indagaciones propias” ha adquirido tal importancia en el discurso público, que a veces es fácil imaginar que la revolución online solo nos ha traído nuevas confusiones sobre el mundo.
Las redes sociales han desempeñado un papel importante en la propagación de la desinformación. Algunas empresas públicas maliciosas, como las famosas “granjas de trolls” rusas, forman parte de ello, pero existe un mecanismo más poderoso: la manera en que las redes sociales reúnen a personas, ya sean terraplanistas o antivacunas, que seguramente no conseguirían en el mundo real.